Elegir una silla ergonómica no es simplemente buscar la que tenga mejor pinta o más valoraciones online. Es entender cómo trabaja tu cuerpo y darle el apoyo que necesita para que no se queje tras ocho horas de curro. Vamos punto por punto, sin rodeos. A la hora de elegir una silla de escritorio ergonómica hay varias características a tener en cuenta para elegir la ideal.

Características de una buena silla ergonómica

Altura regulable

La silla debe poder regularse en altura con facilidad. Lo ideal es que, al sentarte:

  • Tus pies queden completamente apoyados en el suelo, sin colgar ni encoger los dedos.
  • Las rodillas formen un ángulo de 90°, o muy cerca, con los muslos paralelos al suelo.
  • Las caderas estén a la misma altura o ligeramente por encima de las rodillas (nunca por debajo).

Una buena silla debe cubrir un rango de altura entre 40 y 53 cm desde el suelo hasta el asiento, lo suficiente para adaptarse a la mayoría de personas. Si eres de talla baja o muy alta, asegúrate de que ese rango se ajusta a ti. Y si no llegas al suelo, valora añadir un reposapiés.

Soporte lumbar

El respaldo debe respetar la curva natural de tu espalda, especialmente en la zona lumbar. Esa curva (lordosis lumbar) no está de adorno: sostiene el peso de la parte superior del cuerpo y evita que los discos sufran.

Una silla ergonómica debería tener:

  • Un soporte lumbar ajustable en altura y profundidad, para adaptarse a la curvatura de cada espalda.
  • Una presión firme pero no dura: ni tan blanda que se hunda, ni tan rígida que incomode.
  • La parte lumbar del respaldo debería apoyar justo en la zona baja de la espalda, aproximadamente a la altura del cinturón.

Si la silla no ofrece esa opción, la solución es añadir un cojín lumbar (mejor que nada), pero a la larga no es lo ideal.

Respaldo regulable

No todo es estar recto. Una buena silla debe permitirte cambiar de postura sin perder el apoyo.

  • El respaldo debe reclinarse entre 90 y 110° para trabajar, y hasta 120° o más si vas a relajarte o leer.
  • Debe tener un mecanismo de tensión para que el respaldo ofrezca resistencia proporcional a tu peso: ni que se vaya hacia atrás como un catapulta, ni que tengas que empujar con la espalda.
  • La opción de bloquear la inclinación en distintos puntos también es útil.

¿La regla de oro? Tu espalda debe estar siempre en contacto con el respaldo, aunque te inclines ligeramente hacia atrás.

Reposabrazos ajustables

Los apoyabrazos deben ayudarte a relajar hombros y brazos, no a encogerlos ni a desparramarlos.

  • Deben poder regularse en altura, profundidad, ángulo y distancia lateral.
  • La altura correcta es aquella que permite que los hombros estén relajados y los codos doblados a 90° o 100°, sin levantar los hombros ni separarlos del cuerpo.
  • La anchura ideal permite que los codos estén justo debajo de los hombros. Si los tienes muy separados, acabarás fatigando el trapecio.
  • Si te molestan al acercarte a la mesa, mejor que sean abatibles o extraíbles.

Y un detalle: no apoyes los antebrazos todo el tiempo. Debes alternar entre usar los reposabrazos y apoyar directamente en la mesa.

Profundidad del asiento

Un asiento demasiado largo te presiona la parte trasera de las rodillas. Uno demasiado corto no da soporte suficiente a los muslos.

  • Lo ideal es que, al sentarte bien apoyado en el respaldo, quede un espacio de 4 a 7 cm entre el borde del asiento y la parte posterior de las rodillas.
  • El asiento debe ser ligeramente inclinado hacia abajo en el borde para no cortar la circulación (efecto “cascada”).
  • Si compartes silla o trabajas en entornos flexibles, mejor que tenga ajuste de profundidad (aunque no es habitual en modelos baratos).

Confort y materiales

Estética aparte, la clave es que no te haga sudar ni resbalar.

  • La malla transpirable es ideal para zonas cálidas: deja pasar el aire, se adapta bien a la espalda y es ligera.
  • La tela acolchada ofrece más confort, pero puede acumular calor. Ideal en espacios con buena ventilación.
  • El cuero (real o sintético) es más elegante, pero menos práctico si pasas muchas horas. Se calienta en verano y se enfría en invierno.

Pruébala con ropa normal de trabajo. La sensación cambia mucho si vas con ropa fina o gruesa.

No se trata de tener la silla más cara, sino la que se adapta mejor a tu cuerpo. Que respete tus ángulos, te permita moverte, y no te obligue a encorvarte como si fueras un signo de interrogación.

Y si no puedes probarla antes de comprarla, asegúrate de que el vendedor ofrezca plazo de devolución. No hay ergonomía que valga si a los tres días tienes la espalda como una tabla de planchar.

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